miércoles, 13 de agosto de 2025

The Office. Quinta temporada.

“¿Cuánto da 394 por 5912?”. Empieza la quinta temporada de The Office entre básculas y manuales, entre peticiones bajo la lluvia y bailes de oficina que dan mucho que pensar. Viva la ética profesional. ¿Qué hicimos al descubrir YouTube? Hágase querer por un parto simulado y por una frase de esas que no se olvidan: “Con tres años yo mismo me circuncidé”. ¿De verdad no hay estadísticas de robos en oficinas en Wikipedia?”. ¿Seguro? Más para construir algo que se derrumbe: “Si algo hemos aprendido en estos tiempos es que nada puede fallar si compras una casa que no puedes pagar”. ¿Cómo era lo de Japón y Marruecos? ¿Sigue vigente? ¿Quién se siente como Neve Campbell en Scream2? ¿Entonces? ¿Sillas o fotocopiadoras o bodas entre mierdas de animales de gente que habla alemán? O no. Da igual todo: “Creo que nos quejamos mucho, porque no apreciamos lo que tenemos. ¿Creéis que los niños de África tienen sillas? No. Se sientan en pilas enormes de basura. ¿Creéis que tienen fotocopiadoras? No tienen fotocopiadoras. Ni siquiera tienen papel y nosotros nos quejamos y tiramos un magnífico tiramisú porque tiene un pelo”. Pum, pum, aunque “no dan cinturones negros por hacer gilipolleces”. O sí. ¿De verdad no existen los regalos genéticamente improbables? Vivan las cucharas soperas: “No des la espalda a osos, a hombres que hayas hecho cornudos o al pavo dominante durante la época de apareamiento”. Un poquito: “Si eso es de pana, yo soy una cubana”. Y no, “no hay descanso para el enfermo”. Y no, “nunca se espera uno ser dañino”. ¿Cómo pijo son los sueños desde el almuerzo? ¿Cómo es el alemán preindustrial y litúrgico? ¿De verdad que si quieres impresionar a tu jefe debes ser mediocre en tu trabajo? ¿En esas estamos? ¿Cómo que la gente normal es la más especial del mundo y por eso Dios creó a tantos? ¿Casquivana? ¿Casquivana? ¿Quién dice casquivana? ¿Sumando una amante y una novia el resultado es una puta? Viva el vole

The Last of Us. Primera temporada.

“A veces uno ve lo que quiere ver”. Aunque no siempre puede verlo. Esa frase del capítulo 8 de la primera temporada de The Last of Us siempre nos persigue cuando andamos peleados con el tiempo, con lo que nos rodea, con lo que nos pasa y, sobre todo, con lo inesperado. Los cambios, las incomodidades, la muerte que nos rodea. Todo llega de golpe y, a veces, para quedarse. De por vida. Aunque, “si el mundo está perdido, ¿para qué molestarse en seguir?”. Pero seguimos, y lo volvemos a intentar, volvemos a errar, repetimos esos fallos que nos persiguen como cicatrices en la cara, como heridas en el brazo, como bilis en el ánimo. Los personajes que son risueños al principio acaban siendo taciturnos; los que beben vinagre al amanecer, intentan cambiar, pero el vinagre sigue ahí, en todo lo suyo. No es fácil ver algunos capítulos de The Last of Us, porque hasta los más cafres, los más bestias, dejan momentos que van del zoo a la cárcel feliz, de la visita inesperada que nos cambia la vida a la muerte más violenta jamás pensada. Pero está bien recrearse también de las incomprensiones, de aquello que nos supera, de la necesidad de sacar nuestros más bajos instintos en los momentos que no siempre esperábamos. Pero todo es mentira y “los únicos que no se infectan son los muertos”. Al final, “todo sabe bien cuando tienes hambre” y el resto no cuenta. Nada. “Y cuanta más gente mates más te costará dormir”. Y algunos ya no tienen sueño. Nunca.

domingo, 3 de agosto de 2025

Vicios ocultos. Primera temporada.

Por mucha película clásica que aparezca en Vicios ocultos, esto no tiene un rumbo fijo. Va de personas que compran cosas que no necesitan, que hacen casas enormes que siempre están vacías, que no pasan tiempo con sus hijos y luego se asustan del yerno que tienen. Vicios ocultos, visualmente muy efectista, nos lleva a ese paraíso lleno de tinieblas, de facturas, de despidos, de cuernos, de locura, de infelicidad y, sobre todo, de la soledad de los millones. Y resulta que, pese a citas de premiados que se escuchan, las mejores frases salen de la chica de la limpieza que tiene aspiraciones. Pero con la sucesión de bolsos, cuadros y relojes robados, no nos tiene que apartar la mirada del Ferrari, el chalé y el campo de golf. Ya lo decían en Casi famosos: “La gente guapa no tiene valores”. Ni valores ni mucha neurona, o escasez de ella: “La vida no te da lo que te mereces sino lo que puedes negociar”. Y puestos a enredar, escuchamos: “Llega un momento en que no tomar el atajo es un delito mayor que el delito en sí”. Las corbatas y los tipos con corbata que nos roban, que decía el hombre de la camisa verde. Todo mentira en la vida.

The Pitt. Primera temporada.

The Pitt va haciendo preguntas en cada uno de sus episodios. Pero no solo preguntas de adjuntos a residentes y de residentes a internos (o lo que sea cada uno), sino sobre la vida. The PItt son las preguntas de la vida: creencia o no en Dios, relaciones entre padres e hijos (en su versión clásica o en la nueva versión de familias muy distintas), aborto, eutanasia, vientres de alquiler, atentados, soledad, vicios, desamor vestido de otras muchas cosas, maternidad solitaria, covid y todo lo que no vemos también está. Y en la inmediatez de la urgencias, siempre hay poca reflexión y mucha acción, mucha sangre y reflejos. La sangre y la enfermedad sacan lo peor y lo mejor, lo borde y lo primigenio y siempre hay que escoger: “Elige las batallas, no seas la que grita que viene el lobo”. Pero siempre hay lobo, ovejas muertas. Y pisar el pedal: “Tienes que frenar, respirar y escuchar, no juzgar a las personas”. Pero lo de no juzgar es imposible, una maniobra fuera de lugar “porque hay una delgada línea entre seguridad y arrogancia”. Y hay que tomárselo todo a chufla, o no salir a la calle, o no desconectar máquinas y creer que todo sería deprimente si no hacemos lo que nos gusta: “Tenemos TDAH y cualquier otra cosa sería aburrida”. Pero nada es perfecto, por mucho empeño que pongamos, y por mucho talento que reflejemos, no siempre los planes salen bien. Y apostillan en The Pitt: “Estar aquí significa que a pesar de lo buenos que seamos cometemos errores y puede que se nos muera alguien”. Las urgencias y todo lo demás y saber que “al trabajo se trae educación, no nuestras cargas”. Y puestos a hacer preguntas y a meter a Dios en el asunto, nos preguntamos. “¿Hoy toca rezar por si hay milagros?”. Una gran sucesión de preguntas sin fin en esta gran primera temporada de The Pitt.

sábado, 2 de agosto de 2025

Ballard. Primera temporada.

“Después del Apocalipsis sólo quedarán las cucarachas y las series de polis”. Esta frase, con ruidos de perros de fondo con el capítulo 9 de la primera temporada de Ballard resume la pasión por lo bien hecho. El nivel de Bosch y el postBosch era tan alto que cualquier desliz en Ballard haría fácil la crítica. Pero en Ballard no hay deslices. Hay buenos casos, personajes bien construidos y las reminiscencias necesarias para mezclar sangre joven y nostalgia. Y mete en la coctelera, aunque sin jazz, las novedades tecnológicas (“La IA nos quitará el curro y nos matará en la cama”) y el recuerdo presente de que siempre “alguien tiene que vigilar a los vigilantes”. Aunque la proteína en polvo en un pupitre no da la inmortalidad, en las pesas está la venganza, o la postvenganza. Como si una clase de Historia fuera, Ballard y Bosch nos repiten desde el primer capítulo al décimo, que “el pasado está presente, pero si a nadie le importa cómo para indagar en él, se queda enterrado”. Pese al alto nivel exhibido, todo es mentira, porque “las cosas tal como eran ya no existen”. Fantasmas, personas que son humilladas sin motivo y cubrirse las espaldas, porque “un tigre no puede cambiar sus rayas”. En definitiva, un buen artefacto que, aunque no es perfecto, deja un personaje como Ballard que da mucho juego aunque no encuentre la ola perfecta, pero que, como Darby Shaw, roza la perfección.

lunes, 14 de julio de 2025

Total Control. Tercera temporada.

Las puñaladas se dan de frente. La tercera temporada de Total Control está llena de puñaladas traperas (con o sin referéndum, que eso era mentira, que lo que importaba de verdad era la singularidad del IRPF). Llena de puñaladas por la espalda, pero puestos a cuantificar, en plan Julio César (antes de los idus), siempre salen infinitas. Un número inalcanzable. Ahora que solo hablamos de Torre Pacheco y no hablamos de Begoñas (cosas de julio), no está mal recrearnos con las singularidades, vistas desde el poder, y desde la periferia del poder, y, como decía el hombre de la camisa verde, desde las antípodas del poder. En Total Control hay mucho victimismo (casi siempre de mentira, como casi siempre con todo), pero hay más trasfondo aparte del victimismo (vulgo, Busquets cayendo en una trampa). Había un compañero que decía que si el ahora floridano de las caídas intempestestivas hubiera sido negro, hubiera sacado más rojas a los contrarios. En la tercera de TC hay mucho Pepe, y mucha poca vergüenza política, que de eso hay en Australia y aquí: “No son los millonarios los que tienen que salvarnos. Eso es tarea del gobierno”. Pero el gobierno está más para el bricolaje y la fachada, para la foto y poco más. Es verdad que “es fácil ser valiente en la oposición”. Me preguntó un alumno si veía a Rufián en un ministerio y no me esperaba la pregunta y le dije que Spasic jugó en el Madrid. Buscó a Spasic por el teléfono y empezó a reír. Pensó que era una broma, algo de IA. Pues eso es lo de Total Control. Una broma. Una metáfora sin término imagen. Todo mentira. Pero a veces, en las mentiras, incluso las puñaladas se dan de frente. Y con cámaras delante.

The Bear. Cuarta temporada.

¿Quién no vive atrapado en el tiempo? Pese a ese guiño inicial, The Bear confirma su trayectoria entre caras nuevas y ajo castellano (¿decimos ajo castellano en España o simplemente ajo? ), entre relojes que marcan demasiado rápido la cuenta atrás y ordenadores con orejas demasiado largas. O eso creemos. O vivimos de recuerdos, o de gestos, o de pamplinas con olor a tomate quemado, o pensamos que una crítica (o dos, o tres) nos puede destrozar. O destrozarnos, si no lo estamos ya. Pero, a lo mejor, tiene un problema esta cuarta temporada: presentar tan pronto un capítulo casi tan perfecto (¿se dice así?) como el tercero. Casi perfecto. Resume mucho, y lo hace bien, y te deja, con o sin nieve, con o sin esperas en una escalera, un resquemor de esos que gusta. Que te gustaría recrear, pero recrear eso es imposible. Pero al final todo son firmas y miedos, pasos atrás y no hay nada como “la presión para poder funcionar” (con o sin himnos de Led Zeppelin). Pero aparte de las firmas y los miedos, “hay que llevar cuidado con las excusas”. Y siempre ponemos excusas para casi todo, para casi todo el mundo, para casi cualquier cosa: “Si todo en tu vida parece un desastre, puede que el trabajo también lo sea”. The Bear no deja indiferente pero a veces es altivo, es música que se entrelaza entre gritos y más gritos, y no está de más que, por una vez, sobren gritos entre infartos y ventas inmobiliarias, entre llamadas que esperan respuesta y entre bodas que se son de todo menos bodas, entre sudaderas olvidadas y cajas de fotos. Pero al final, quizás todo son tres palabras: “¿Por qué aguantar?”. Pues eso, aguantar, con o sin motivo, con sin Aaron Rodgers jodiendo a los Jets, con o sin bocadillos que lo mantengan todo, con o sin tablas con colorines, con o sin momentos disfrutados mirando a tu bebé hasta que los teléfonos lo joden todo, con o sin el embajador del día de San Patricio recordándote que siempre hay que crear expectativas. Pero “siempre hay un reloj”, un jodido reloj que lo jode todo, te quedes o no encerrado en una nevera. Y va ser verdad eso de que “la culpa es muy cabrona”. Y siempre somos culpables, debajo de una mesa, o mirándonos cuando no queremos mirarnos, o cuando el desencanto nos llena y solo hay desencanto cuando toda nuestra vida debería ser todo menos desencanto.